En un rincón sonoro de la Ciudad de México conocido como Be Bops Diner Roma, el jazz se volvió aire y el hip hop se volvió carne, Reggie Stephens y One Drop Scott comparecieron ante la prensa no para hablar de música como producto, sino como ritual, como testimonio, como cicatriz, acompañados por Greg Landau, su productor, Benito de Los Cojolites y Serko Fu y Jhonny Beltran por parte de los raperos mexicanos. Fue la presentación oficial de “Black Man in México” y “Margarito 2”, dos piezas que no se limitan a sonar: gritan, curan, abrazan. Temas nacidos de The Collective Root, una colaboración transfronteriza donde se funden raíces negras, voces migrantes y la furia suave del jazz mexicano, con la producción visionaria de Greg Landau y el virtuosismo de la Orquesta Nacional de Jazz.
Reggie, aquel hombre que alguna vez corrió yardas para los New York Giants y hoy corre detrás del verso justo, tomó el micrófono como quien toma la palabra en un templo. “En Los Ángeles me miraban con sospecha. Aquí en México me miran con alma. Me abrazan en los mercados, en los estudios, en las calles. Y eso… eso cambia todo”, declaró. “Black Man in México”, explicó, nació al caminar por las calles de Veracruz y escuchar, en el eco de los tambores jarochos, algo familiar. “Allí sentí que mis ancestros no murieron en el mar. Solo cambiaron de tambor.”
Junto a él, el legendario One Drop Scott —quien ha puesto beats a nombres como Mac Dre, E-40 y Scarface— asentía con la serenidad del que ha recorrido mil estudios y aún se asombra. “Esto no es solo hip hop. Esto es medicina. Esto es jazz con sangre africana y piel mexicana. Esta es nuestra ofrenda”, dijo, y lo dijo como quien confiesa algo sagrado. Scott no dudó en señalar la importancia del mercado mexicano: “Aquí escuchan con el corazón. Y eso no tiene precio. En un mundo donde la música se consume como chicle, México la honra como altar.”
Acompañados por el legendario productor Greg Landau —quien tejió los hilos de esta colaboración con maestría y visión política— y respaldados por la majestuosa sonoridad de la Orquesta Nacional de Jazz de México, Reggie y Scott dejaron en claro que su apuesta es tan artística como social. “Venir a México ha sido como respirar libertad”, compartió Reggie Stephens entre flashes y sonrisas. “Aquí no soy ‘el otro’. Aquí me escuchan, me respetan y bailan conmigo. En Los Ángeles me siguen viendo como amenaza. En México soy parte de la conversación”.
One Drop Scott, con su aura tranquila y la mirada encendida de sabiduría rítmica, sostuvo que este proyecto es su forma de desafiar el ruido vacío del poder. “Durante el gobierno de Trump nos estamos cansando de ver redadas en las esquinas de nuestras ciudades. A muchos se los llevaron, no por criminales, sino por tener un sueño. Y en este disco está esa rabia convertida en arte. Porque cuando el sistema te quita la voz, haces música. Y si no hay micrófono, gritas en el beat.”
Ambos artistas elogiaron a Benito, de Los Cojolites, como una figura esencial para este cruce de caminos. “Benito no solo nos abrió las puertas, nos abrió el corazón de México”, dijo Scott. “Él entendió desde el primer momento que lo que hacemos no es solo rap ni solo reggae: es ceremonia, es herencia, es protesta. Con él aprendimos a escuchar al río y a rimar con la ceiba.”
También presentes en la rueda de prensa, con la humildad de quienes han hecho del verso un arma y del micrófono una trinchera, estuvieron Serko Fu y Jhonny Beltrán, dos de las voces más lúcidas y poderosas del hip hop mexicano. Sentados al lado de Reggie y One Drop, hablaron no como invitados, sino como hermanos de causa, como parte esencial de esta sinfonía de raíz y rebeldía que es The Collective Root. Serko, cuya participación en Margarito 2 es un estallido de rabia poética, tomó la palabra con una calma que pesaba como plomo: “Cuando me propusieron todo, supe que no podía escribir cualquier cosa. Esto no era rapear por rapear, era contar una historia que también es mía. Margarito es un símbolo, es todos los que hemos tenido que correr sin saber de qué huimos.”
Por su parte, Jhonny Beltrán —figura icónica del freestyle nacional, voz cruda de las plazas y de los márgenes— celebró la potencia de este encuentro cultural como algo urgente y necesario. “En este país, y en muchos otros, todavía se nos olvida que la música también puede ser protesta. Que puede abrirte los ojos. Lo que estamos haciendo aquí es tender puentes, y lo hacemos con ritmo, con lírica, con fuego”, expresó con la intensidad que lo caracteriza. Luego miró a Reggie y señaló que “aquí nadie viene a posar. Aquí vinimos a decir la neta. Y la neta suena mejor con beats como estos.”
Este proyecto se consolida como un hito cultural en el que la poesía urbana de Reggie Stephens se entrelaza con las texturas profundas del jazz, el pulso del reggae de One Drop Scott y la fuerza tradicional del son jarocho que resuena en cada acorde. En un momento donde el mundo parece fracturarse por líneas étnicas y muros simbólicos, “Black Man en México” y “Margarito 2” se levantan como himnos de unidad, como puentes sonoros y como espejos de una humanidad que aún se busca.
En la canción de “Margarito 2”, Reggie narra, con furia medida, el acoso constante a los cuerpos racializados, mientras el mexicano Serko Fu responde desde este lado del muro, con rimas que duelen como verdades sin filtro. Y en medio de todo, el nombre de Benito, de Los Cojolites, apareció como un faro. “Benito es el chamán de este viaje”, dijo Reggie. “Sin él, no hubiéramos entendido el poder de lo comunitario, el fuego del son jarocho, la raíz que canta desde la tierra.” One Drop agregó: “Benito nos enseñó que aquí la música se hace con ritmo y con flor. Con historia y con futuro. Él no solo nos abrió la puerta: nos enseñó a entrar descalzos, con respeto.”
El proyecto The Collective Root, editado por Round Whirled Records, representa una alquimia sonora sin precedentes. Con Greg Landau como arquitecto de esta sinfonía de consciencia, con la pluma encendida de Reggie, los beats de Scott y el respaldo de la Orquesta Nacional de Jazz, el resultado es más que un disco: es una declaración política, una comunión rítmica entre pueblos que han sido históricamente desoídos.
“México nos salvó el alma”, concluyó Reggie, dejando una frase flotando como mantra. “Aquí no venimos a enseñar, venimos a aprender, a mezclar nuestras heridas con las suyas, y a convertir todo eso en algo que se escuche fuerte. Porque si la música no incomoda, no transforma.”
“Black Man en México” y “Margarito 2” ya están disponibles en todas las plataformas. Y no son canciones: son testigos. Son el eco de lo que fuimos, el grito de lo que aún somos y la promesa de que otro ritmo es posible.