Formar adolescentes con propósito: el acompañamiento apreciativo de Prepa Tecmilenio

Un adolescente que se siente visto, escuchado y valorado tiene más herramientas para transformar su entorno. Y eso es lo que logra un acompañamiento humano y horizontal. Acompañar a un joven no significa decirle qué hacer, sino estar presente, escuchar activamente y crear un espacio donde pueda construir su identidad con libertad y confianza

La adolescencia es una etapa formativa propicia para afianzar valores y fortalecer relaciones humanas desde una visión amable y solidaria. En este momento, las relaciones, experiencias, educación, juegan un papel elemental en el trazado del carácter, por lo que recorrerlo en compañía puede representar un éxito anticipado en la historia personal.

Actualmente, hablar de educación implica hablar de acompañamiento. No como en aquella visión tradicional donde el acompañante imponía su visión como la única viable (una práctica habitual incluso en las escuelas). Es decir, la estructura del acompañamiento ya no puede ser vertical, sino horizontal y amable. Esto se vuelve una búsqueda cada vez más apremiante, especialmente en la educación formal.     

En la vida todas las personas acompañan o son acompañadas. Pero la figura actual de quién acompaña, planteada desde el humanismo, es la de alguien que asume la responsabilidad de «estar» presente, escuchar de manera activa, mirar sin juzgar y propiciar condiciones para que la persona acompañada se reconozca como protagonista de su propio proceso.   

En la adolescencia, el acompañamiento no solo es una necesidad, sino un derecho. En este sentido, las instituciones educativas deben ir a la vanguardia, proponer modelos que orienten a los estudiantes a encontrar lo que les apasiona; hacerles preguntas para potenciar su pensamiento crítico y fortalecer sus habilidades y conocimientos.

«Cuando acompañamos desde el aprecio, el estudiante empieza a verse con otros ojos: descubre que puede, que vale y que su historia importa. Ahí empieza la verdadera transformación», explica Abismael Reséndiz, Director Nacional de Preparatoria Tecmilenio.

El acompañamiento transforma vidas. Le recuerda al estudiante que tiene derecho a soñar,  elegir y construir, por eso debe hacerse desde la empatía y el aprecio. El acompañante debe apreciar al otro, ver en él su humanidad, su potencial, hacerle creer en sí mismo, reforzar de manera positiva su confianza y orientarlo para que transforme no sólo su historia, sino las historias a su alrededor.

En espacios como Prepa Tecmilenio, este acompañamiento se convirtió en un elemento nuclear de una propuesta educativa que no sólo enseña contenidos, sino que forma personas con propósito de vida. Los líderes de generación son guías, modelos, interlocutores y espejos. No dictan instrucciones ni trazan un camino, sino que caminan en franca compañía con el estudiante.

A propósito de este tema, Abismael Reséndiz asegura que «el acompañamiento afirmativo refuerza lo positivo y genera una confianza real en los estudiantes, afirmando su sentido de pertenencia y fortaleciendo su autoestima para lograr su propósito de vida». Reséndiz habla desde su valiosa experiencia, pues Tecmilenio desarrolló un modelo de Acompañamiento Apreciativo, basado en la confianza, la escucha activa y la co-creación. 

Dicho de otro modo, el acompañamiento apreciativo es un proceso transformador que se preocupa por el desarrollo en todos los sentidos. Antepone la realización y la felicidad como ejes para el desarrollo social y brinda a la vez que una educación de la más alta calidad, una con el más alto sentido humano.

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